Curiosidades: Sebastián Abreu.


LA PROMESA: A sólo 20 horas de haberse consagrado Campeón Uruguayo de 2005, el "Loco" se vistió de ciclista, aprontó su bicicleta y junto al medallista olímpico Miltón Wynants (confeso hincha de Nacional) comenzaron el recorrido que separa Montevideo de Lavalleja (aprox. 100 km.) a puro pedal. Sebastián había prometido que si Nacional era Campeón Uruguayo el se "largaría" con su bicicleta por la carretera de modo de llegar a la Virgen del Verdún, situada en el departamento de Lavalleja. Durante el trayecto los fanáticos del "13" se hicieron sentir, acompañándolo algunos metros, ya sea caminando, en bicilceta, en moto, o simplemente acercándose a la ruta para un grito de aliento, todo servía para hacerle sentir el afecto y el reconocimiento que Sebastián se ha ganado a lo largo de los años. Una vez llegados a la virgen, Sebastián le agradeció el título obtenido, y pidió por la salud de su familia y amigos.
SU AUTO-ENTREVISTA: Loco total, de pibe fue periodista y lo mandaron a cubrir un partido de básquet ¡que él jugaba! con la orden de hacerle una nota a la figura. Y para él... ¡la figura fue Abreu! Así, escribió una nota a Sebastián Abreu, firmada por... ¡Sebastián Abreu!
—¿Así que colega?
—Por supuesto: Sebastián Abreu fue periodista deportivo. Tenía 14, 15 años, y trabajaba en El Serrano, el diario de Lavalleja, mi ciudad. Hacía las crónicas de los partidos de fútbol y básquet, la nota a la figura, lo usual. Y un día, bueno, jugaban Atenas y Libertad la final del Torneo Juvenil de básquet, y yo, lógico, tuve que ir. Salió campeón Libertad y el mejor jugador fue... Sebastián Abreu. "Hacele una nota a la figura", me habían dicho, ¿no?
—Laburo es laburo.
—Caí en casa a las 23, me duché y me senté a la maquina de escribir. "De la mano de Sebastián Abreu, Libertad ganó... bla, bla... Firmado, Abreu". Y una entrevista a la figura. Así que, bueno, me hice una nota a mí mismo. Aún la tengo.
—El director, feliz.
—"No quedó muy creíble", me dijo, pobre; yo, chocho: había sido un buen reportaje, sin preguntas picantes...
—¿Y después?
—Empecé a viajar con las selecciones de básquet, vóley, con mi grabador, mi libretita y un sanguchito.
—¿Sanguchito?
—Los viáticos venían flojos.
—¿Y como deportista?
—Estuve en las juveniles de básquet, vóley y fútbol.
—¿Y pintabas para?
—En la ciudad se decía: "El Negro Abreu es pa''l básquet". En casa me dicen Negro, por mi viejo: porque mi viejo es negro, negro como... Casierra, ponele. —¿Y jugabas bien?
—A los 16 años me citaron para una preselección de un Sudamericano, así que... La noche anterior al día que el técnico diera la lista, con mi compañero de habitación, un negro de dos metros, imaginate, dos metros a los 15 años, fuimos a dormir y oímos música de fiesta. Nos miramos, salimos por una ventana, bailamos y volvimos a las cuatro de la mañana, sin ser vistos. Al otro día, todos reunidos, el técnico dijo: "Chicos, hay un jugador que iba a ser seleccionado pero quedará afuera por indisciplina". Yo pensaba: "Pobre negro. Dos metros, imposible no verlo, lo cagó la altura". Y el técnico tiró: "Abreu". Me quería matar. Y el negro, al Sudamericano. Volví a Lavalleja y luego me citaron al Sub 17 de fútbol.
—¿Siempre fuiste así?
—Y más chico, tipo cuatro años, ni hablar. Travieso, ¿no? Mi padre era policía, y guardaba su revólver en el ropero. Yo, lógico, ya lo tenía junado: "Pero ese revólver es más lindo que el que tira agüita", me dije. Un día estaban durmiendo la siesta, me pegué una trepadita, lo agarré y fui a lo de mi abuela, a dos cuadras. "¡Hola, abuela! ¡Pum, pum, abuela!", entré. Mi abuela, claro, se desesperó; para colmo, nadie sabía si estaba cargada. Ella se acercaba, despacio: "Pero qué lindo juguete. Dáselo a la abuela, así también hace ''pum''". Al final me lo sacó. La paliza...
—Ahora se entiende por qué te dicen Loco.
—Sí, sí, pero después tenés que bancarte la fama.
—¿Por ejemplo?
—En el 96, en San Lorenzo, cuando llegó Mimboe, el camerunés, le dijeron que yo era el jodón. Usaba túnica y hasta tenía un dedo por la mitad ese negro. "¿Qué pasó, moreno, con ese dáctil (sic) tres cuartos?", le canté. Y cazá ésta: "Un león", me dijo.
—Al fin: el jodón, jodido.
—Jamás le pregunté si era verdad, pero ¿un león? "A éste le falta medio dedo y el león debe estar en silla de ruedas", pensé. Una vuelta, Ruggeri le cazó la túnica y la dejó hecha jirones. Mimboe la descubrió y me miró a mí. Amagó a acercarse y pegué un pique hasta el otro vestuario. Lo calmaron los utileros.
—En el 02 casi te matás en un accidente. ¿Cómo encarás las tragedias?
—Con la moral altísima. El dolor ratifica mi ser. Era de madrugada, iba con un amigo, llovía. El viento embolsó la camioneta, coleteamos y yo, cagón, clavé los frenos. Dimos unas vueltas y chocamos con una columna. Me desperté en el hospital, pregunté por mi amigo: había fallecido. Cada tanto vuelvo a mirar esa película, antes de dormir. Fue y es jodidísimo. Porque ésos son los dramas de verdad, no un partido. ¿Moral, te decía? A veces voy a cabecear en los córners y entro gritando: "¡Llegó el tsunami del área!". Y se cagan todos de risa. Hasta los rivales.

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